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Hace
tiempo, mucho tiempo que la palabra marketing convive con nosotros. Y cada vez
más, buscando inmiscuirse en nuestras vidas de manera profunda, permanente, a
punto tal que no son pocos los que piensan que la vida sin marketing no es vida.
La
palabra fue acuñada hace décadas y vino a caer entre nosotros, para definir
acciones que ayuden a vender lo que teníamos cerca: hasta ahí, todo bien
Eran
tiempos en que una estrategia o un plan de marketing parecían costosísimos e
inalcanzables para el comun de la gente. Solo las grandes firmas empezaron a
revelar que detrás de un producto (y luego un servicio) en verdad existía un
trabajo planificado, estructurado, pensado, que ayudaba verdaderamente a
vender.
Después,
vinieron las PYMES y con ellas un nuevo rol de consultores y expertos, que
adaptaron los grandes modelos, para empezar a trabajar en planes mas pequeños y
de menor presupuesto.
Pero,
eso es todo?
Bien
sabemos hoy que no.
A
nuestro alcance están desde los mejores libros hasta incalculables opciones de
cursos, seminarios y charlas, pasando por páginas y video de Internet, que
hablan del tema. Esto, para demostrar que la convivencia con el marketing es
cotidiana. Y que si nos decidimos, podemos desde nuestro lugar, empezar a tomar
ciertas herramientas para nuestro bien.
Así,
un comercio – cualquiera sea, en cualquier rubro – una fundación, un club de
barrio o una persona física, humana, pueden sacar provecho y adaptar modelos a
“su mundo”
Todos
podemos.
Se
requiere si de pensar las cosas que leemos o escuchamos y adaptarlas a nuestro
pequeño mundo.
Pensar
global, actuar local, rezaba una vieja frase cuando la globalización ya
resultaba inevitable y no pocos empezaron a desesperar porque veían como el fin
de sus tiempos como dueños de una trayectoria, un prestigio en una pequeña
ciudad o un pueblo, estaban cerca.
Una
vieja y conocida historia, cuenta que alguna vez, una cadena de supermercados
decidió instalarse en un pueblo, viendo que este representaba una enorme
oportunidad de mercado. En el lugar, quedaban pocos almacenes y un solo autoservicio, que a duras penas
satisfacían las necesidades de los lugareños.
La
multinacional, estudió el mercado, tentó al viejo propietario del autoservicio para
que venda su pequeño comercio y ante la negativa de este, decidió instalar la
nueva casa en un sitio estratégico: el local de reconocida trayectoria a nivel
mundial, abrió sus puertas pegado al tradicional comercio, solo que en un sitio
10 veces más grandes que este y con tres plantas, que ofrecían mucho más por
mucho menos.
Cualquier
mortal hubiera cerrado las puertas. Hubiera lamentado no haber vendido la llave
de su comercio oportunamente. Hubiera sentido el golpe y se hubiera entregado.
Pero
no fue este el caso.
El
viejo autoservicio, se amaño para poder subsistir. Y mientras el nuevo
supermercado comunicaba sus ofertas en todos los medios e invadía el lugar con
su marca, el propietario de la pequeña casa trabajó día y noche para construir
un nuevo cartel para el frente de su comercio: quitó el nombre, puso colores
vivos, buenas luces y en letra “tamaño molde” escribió: ENTRADA PRINCIPAL.
No
logró que su nueva competencia se vaya, pero si logró quitarle buena parte de
sus potenciales ganancias.
Si
todavía Usted es de los que piensa que el marketing es para la gente que tiene
como pagar a alguien que lo oriente, piense en el propietario del pequeño
autoservicio. Por más grande que sea la competencia, por más complicado que
parezca el futuro inmediato, por más que se avecinen los peores problemas, siempre,
siempre hay oportunidades.
Con
tranquilidad y un poco de ingenio es posible encontrar soluciones y no
problemas. Hallar a los profesionales idóneos que ayuden a resolver situaciones
extremas a bajo costo.
Hallarlos
y hallar caminos nuevos es posible. Solo hay que animarse. Depende de Usted.